Reseña Histórica del Municipio de Lebrija
Esta reseña incluye: La formación geológica de nuestras tierras, la cultura Guane, los efectos de la conquista española en Santander, el campamento de Cantabria y su posterior poblado, la descripción del Llano de los Ángeles, la razón del nombre del municipio de Lebrija y su evolución en el tiempo de vida institucional.
Geología
Para quienes no conocen los tecnicismos idiomáticos de la geología, el lenguaje de este tema encierra ideas de poca comprensión que sólo caben en los estudiosos de esta ciencia; no obstante, sin esa información que es el tablado del escenario geográfico del Municipio, no se sabría cómo apareció el suelo lebrijense sobre el cual se inicia la historia de nuestras culturas indígenas, de la conquista, de los hechos más importantes del Municipio y que también atañen a otras geografías del Departamento de Santander. Conocer el origen de su suelo y subsuelo facilita comprender, por qué en él se asentó la cultura Guane que dio origen a nuestra raza y por qué fue importante en el arte agrario, minero e industrial.
El Geólogo Pedro Hernando Herrera D., coordinador del ordenamiento territorial de Lebrija resume así la historia de la formación geológica de las áreas terrestres de las que hace parte nuestro municipio:
A través del período triásico superior (210 m.a.) las rocas más antiguas del emergente macizo de Santander fueron sometidas a un proceso de orogenia que generó un levantamiento y erosión de estas unidades que conllevó a depositar los sedimentos de la formación Bocas.
En este período se registró un emplazamiento de batolitos calco-alcalinos en el macizo; pero, hacia principios del Jurásico, la meteorización y degradación de estos cuerpos plutónicos, sirvieron de base para la generación de detritos que sedimentaron la formación Jordán en un ambiente continental. Seguido a este depósito de sedimentos se dio un nuevo evento orogénico que durante el jurásico (142 m.a.) ocasionó la erosión de los batolitos, formando así, las areniscas y conglomerados silicios de la formación Girón, los cuales fueron depositados en las cuencas locales.
A principios del cretácico (135 m.a.) ocurre un evento de trasgresión marina que según Etayo - Serna (1976), definen como una mar epicontinental entre el escudo de la Guayana, al Este, y una cadena volcánica (Cordillera Central) al Oeste, que aportaron el material para el depósito de todas las unidades cretácicas (85 m.a.); pero, a finales de este período, la trasgresión fue interrumpida por tres eventos de levantamiento y erosión, referenciado en el depósito de la formación La Luna, en un ambiente nerítico y en los sedimentos transicionales de areniscas conglomeráticas de la formación Umir.
El terciario (65 m.a.) registra un depósito de origen continental en los ambientes deltaicos y lagunales de la formación Lisama y el grupo Chorros, los cuales contienen importantes y extensos mantos de carbono. El diastrofismo continuado que se hizo presente en este período ocasionó la erosión de las unidades cretácicas existentes, las cuales sirvieron como base para la sedimentación de las rocas terciarias.
Los depósitos cuaternarios son los de origen más reciente y están representados por los sedimentos del valle aluvial del Río Lebrija, formados a partir del material proveniente de la meteorización y erosión de las rocas aflorantes a lo largo de la cuenca del Río Suratá y posterior Río de Oro; mientras que los depósitos coluviales se establecieron por la degradación de las blandas capas arcillosas y arenosas que hacen parte de las unidades Cretácicas y Terciarias, que consolidan los cerros más altos del municipio.
Cultura Guane:
Según el historiador de nuestra tierra, Ramón Mantilla Herrera (2.003), nuestra prehistoria encierra el contenido de la cultura Guane, tribu que habitaba toda nuestra gran región central santandereana, de sur a norte, desde: Zapatoca, Betulia, Galán, La Fuente, Guane, Barichara, Cabrera, San Gil, San Joaquín, Curití, Aratoca, La Mesa de los Santos, Girón, Piedecuesta, Floridablanca, Bucaramanga y Lebrija.
A nuestro municipio le corresponde una buena parte del área territorial de esa cultura. Desde las tierras de Angulo, La Puente y Piedras Negras, en el sur, hasta Cuzamán, La Victoria, El Oso, Aguirre y Aguada, en el norte, se extendió su dominio.
Según la descripción física y el concepto sociológico del cronista español, don Juan de Castellanos, (en Elegías de Varones Ilustres de Indias [Caracas 1.930]), la etnia Guane tenía características muy especiales: era de gente limpia, curiosa, de rostros aguileños y facciones de linda y agraciada compostura. Las mujeres hermosas, coquetas, dispuestas y de buen genio, que excedían en belleza; de piel blanca, canela y trigueña.
Su comportamiento humano y su aptitud linguística crearon la condición que facilitó el mestizaje Guane - Español, el aprendizaje del culto religioso y el idioma de Castilla. El afecto por el molde y estructura de la nueva lengua los llevó rápidamente al olvido de su dialecto nativo. En el habla de nuestros habitantes del campo, después de tantos años y de la evolución del español americano, aún quedan vestigios de ese lenguaje del siglo XVI traído de Castilla; por ello, no es raro escuchar en nuestra tierra palabras como: puay, topé, jeroz, toitico, enapenas, apiarse, palante, pitoso, marruncho…
Los relatos de tradición oral, recopilados por: Esteban Ríos Colmenares (1.948), Rafael Uribe (1.950), Ester Vargas de Diettes (1.950), Roberto Mantilla (1.951), Juan de Jesús Peña (1.950), Dominga Rueda (1.953), Martín Hernández (1.955), Roso Herrera (1.960), Eloy Vásquez Arenas (1.960), José Domingo Reyes Serrano (1.961) y el presbítero Manuel Antonio Doroteo Martínez Trillos (1.963), entre otros; coinciden en señalar que los lebrijenses, en un alto porcentaje, somos producto del mestizaje Guane-Español y que las costumbres que vivieron ellos; sus padres, abuelos y tatarabuelos, que en promedio sumaban 300 años de generación, provienen de esta raza.
Estos patriarcas lebrijenses no dudaron en calificar a la etnia Guane, por la naturaleza de sus oficios sedentarios, de pueblo pacífico que se distinguió en la comarca por su trato amigable. Su moral, laboriosidad y comportamiento social, fueron aprendidos de su maestro Nenqueteva, cuando del sur, de la tierra de los Chibchas y los Muiscas, vino, según las creencias de esta etnia, hasta el dominio de los Guanes, como enviado del más allá, para socializar la hermandad, el credo a su divinidad y el amor por el trabajo; en especial, el avance en la agricultura y sus métodos de regadío.
Fundamentaron su economía en el agro, minería, industria, caza y pesca. Cultivaron maíz, yuca, tabaco, patatas, calabazas, ahuyamas, plátano, algodón y fique. Recolectaron oro de aluvión, piedras y cuarzos. Trabajaron el barro para hacer recipientes y para utilizarlo en construcciones de bahareque en sus bohíos. Hilaron algodón y fique, y elaboraron mantas a color. Intercambiaron productos agrícolas e industriales con las tribus vecinas del sur: Muiscas y Laches.
Los que habitaban las tierras del sur de Lebrija fueron ante todo agricultores, hiladores, tejedores de mantas de algodón y fique; procesadores de la palma de nacuma para las esteras de rusque; y alfareros de vasijas y moyas. Los del norte, más cercanos a los ríos y quebradas, a las zonas boscosas de Santa Rosa, Aguirre, la Victoria y Cuzamán, fueron pescadores y cazadores; y mineros del río de oro los que habitaban las laderas de la Aguada, El Oso y Llanadas. Sus relaciones eran más cercanas con los Chitareros del oriente, los Chiriguaníes del norte y los Yariguíes del occidente.
La Conquista:
En su labor cotidiana y pacífica los encontró la invasión conquistadora de España de 1.528 a 1.533. Ambrosio Alfinger, Gobernador de Coro, nombrado por la compañía Welser o Welzares, en virtud del contrato de concesión firmado entre esta y el emperador Carlos V., el 27 de marzo de 1.528, fue el primer conquistador que pisó las tierras de Santander por la región del Río Lebrija. Llegó por el norte. Venía de Maracaibo. Penetró, abusivamente, en tierras adentro de La Gobernación de Santa Marta; recorrió parte de las Serranías de Perijá y de los Motilones, el Valle del Cesar y Chiriguaná, el valle del Magdalena adjunto al piedemonte de la Cordillera Oriental, hasta la parte, en la que el Río Lebrija, aumentado por quebradas caudalosas, El Río Negro, El Suratá y El Cáchira empieza su amplio valle y su curso bajo, hacia el río de la Magdalena.
Alfinger efectuó dos expediciones. En ambas el conquistador se caracterizó por su agresividad y mal trato con los esclavos africanos que traía y los nativos que encontró en nuestras tierras. Su crueldad y la avaricia fueron castigadas por los chitareros, cuando en combate, en su segunda venida a tierras de Santander, fue herido en su garganta por una flecha envenenada. Falleció en Chinácota cuando pretendía su regreso a Coro.
En su ruta trajinada, asoló riquezas, labranzas y costumbres indígenas. Fue el Atila americano en las tierras de Santander. Según Mantilla Herrera, en su libro histórico: Lebrija: Evocación de su Pasado, Vivencias del Presente, Visión de su Futuro, (p.36) cuando estuvo en los terrenos de Cantabria durante su primer viaje, fue quien le dio el nombre al asentamiento de chozas construidas por sus hombres, a los que dejó a la deriva cuando de regreso a Coro les prometió volver con más fuerzas, municiones y expedicionarios.
Esta fundación en tierras no peligrosas y de clima favorable, se hizo antes de llegar a la meseta de los Caracoles, (Laguna de San Mateo en Bucaramanga) lugar en el que existía el asentamiento Guane más numeroso de la región, (más de dos mil habitantes). El campamento de Cantabria de aquella época se constituyó en el poblado que dio origen al municipio de Lebrija. Así pues, dicho caserío, fue el primer asentamiento creado por el teutón en tierra adentro de la Gobernación de Santa Marta, hacia los primeros meses del año de 1.529.
Cantabria:
Por muchos años, fue un poblado olvidado. Su prosperidad se conoce en la primera mitad del siglo XIX. Sus casas ya eran construidas con paredes de tierra pisada y cubiertas con teja española. Sus calles fueron simétricas y angostas; algunas empedradas y, otras, con su piso de tierra. Quienes la conocieron siendo aún adolescentes, a finales del mismo siglo, cuando el asentamiento estaba en su plena madurez, (don Gorgonio González, don Gregorio Rueda, don Celedonio Pinilla, don Martín Hernández, don Jerónimo Mantilla, don Guillermo y don Rafael Reyes, don Roberto Delgado, don Evangelista Prada, don Felipe Picón, doña Ester Vargas de Diettes, doña Dominga Rueda, don Crisóstomo Rueda, don Vicente Plata Ardila, y muchos más) expresaron que las fiestas tradicionales de San Antonio de Padua, movían a toda la comarca santandereana y parte del sur de Boyacá.
Las peregrinaciones del 13 de junio y las de los primeros martes de cada mes llenaban el poblado a reventar, hasta el año de 1.944 cuando el padre Antonio Martínez Trillo decidió acabar con las fiestas del Taumaturgo de Padua o San Antonio de Cantabria como era conocido por la feligresía, “por haberse convertido en una festividad pagana más que católica”, según palabras verbales del presbítero. El retiro de la imagen del Santo y la clausura de la fiesta, le dio entierro de tercera a la vida de Cantabria.
Llano de los Ángeles:
Lebrija hunde sus raíces en las descendencias de los pobladores de Cantabria. Por la influencia del camino del Tirabuzón, arteria de la comunicación terrestre entre Bucaramanga y el mundo europeo, por medio de los caminos reales y los ríos Lebrija, Sogamoso y Magdalena, se estableció una estación obligada de descanso de las arrierías en el Llano de los Ángeles.
Este llano, era una pequeña depresión; una taza topográfica rodeada de colinas: La Antigua, por el sur; Santa Bárbara, por el oriente; El Pórtico y la Loma de la Cruz por el norte; Bella Vista y la Loma de las Cometas por el occidente. Entre ellas se abrió paso la quebrada de Las Raíces ya recibidos las afluentes de La Popa, Los Guayabos, Los Cauchos y La Calavera, formando el valle que le dio origen al llamado Llano de los Ángeles y Campoalegre.
A este valle se trasladaron primero los cantabricenses; y más tarde, bumangueses, gironeses, betulianos y zapatocos que tenían espíritu de comerciantes. Ellos organizaron negocios de pensiones y hospedería con pesebreras, guaraperías, fabriquines de cigarros, herrerías, silleterías, almacenes de enjalmas y tiendas de víveres para los arrieros y los andantes del camino hacia la civilización europea.
Por ese río terrestre del Tirabuzón para la provincia de Soto, al igual que el de Zapatoca, San Vicente, Barrancabermeja, para las provincias de Guanentá y Comuneros, fluía todo el comercio de importaciones y exportaciones de Santander hacia España, Inglaterra y Alemania, en la segunda mitad del siglo XIX. Así, el Llano de los Ángeles tomó la importancia y desarrollo que no pudo mantener Cantabria por hallarse apartada de la vía.
Desde la primera mitad del referido siglo, el crecimiento del caserío fue vertiginoso; se cree que tenía cerca de mil setecientos habitantes y doscientas casas con un promedio de ocho personas por vivienda. Hacia 1.871, por la ley 15 del Estado Soberano de Santander, en la ciudad del Socorro, su capital, don Rufino Serrano García, como Diputado Proponente, obtuvo para este asentamiento la calificación de Aldea. Aldea era más que caserío; tenía la connotación de conglomerado de habitantes con viviendas y costumbres de baja cultura. La ley quedó ejecutoriada el 1º de enero de 1.872.
Cinco años más tarde, el mismo Estado de Santander, por medio de la ley 16 del 3 de octubre 1876, le concede el estatus institucional de Municipio, por el crecimiento de su población y la importancia comercial capaz de sostener una administración propia.
Nombre Actual del Municipio:
El nombre de Lebrija le fue dado como homenaje a la memoria del ilustre personaje español don Antonio Martínez de Cala y Xarana, más conocido como Elio Antonio de Lebrija, nombre que, por amor a su patria chica, tomó el políglota después de su regreso de la formación académica adquirida en las universidades de Florencia, Roma, Bolonia, Pisa y Padua, en Italia. Era común que las grandes personalidades en Europa se pusieran como apellido el nombre de su pueblo (Erasmo de Rótterdam- Francisco de Asís- Fray Luis de León, Antonio de Padua y otros). Don Antonio Martínez, como los anteriores, hizo con su nombre, honor al sol, a Italia y a Lebrija.
Lebrija fue el sol intelectual que brilló en España en el siglo XV. El humanista más grande del renacimiento español de las primeras décadas del siglo XVI; de él bebieron su fundamento lingüístico, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Santa Teresa, Miguel de Cervantes Saavedra y los escritores del siglo de oro Español.
Autor de muchas obras; entre ellas, su reconocida Gramática Castellana editada en 1.492. Fue el libro obligado por los Reyes Católicos, para estudiar el castellano, en los reinos de Castilla, Aragón y América. Lo trajeron los conquistadores como libro de cabecera para enseñar el idioma Castellano en el nuevo reino de Granada. Por esta razón, Lebrija fue, históricamente, el intelectual más conocido de España y de América en tiempos de la conquista.
Dicen sus biógrafos que gente de Sevilla, Alcántara, Cádiz y hasta del centro de España, para honrar a su paisano, se cambiaron el nombre por el de Antonio de Lebrija porque fue el apelativo de moda durante la primera mitad del siglo XVI. Por esta razón, don Braulio Diettes y sus seguidores, en buena hora, eligieron para nuestro municipio el nombre de Lebrija, en honor a don Elio Antonio y su pueblo natal, muy referido por las generaciones procedentes de Cantabria.
¿Por qué Don Elio Antonio no estuvo en América?
Las versiones de historiadores que señalan a don Antonio de Lebrija como visitante de nuestras tierras no son coherentes con la existencia del lebrijano. La conquista, tierra adentro, de la Gobernación de Santa Marta-Coro, ordenada por García de Lerma a capitanes expedicionarios, comenzó en 1.527 y la que más avanzó sólo llegó hasta la isla de Mompox y regresó a Santa Marta. En 1.534 falleció García de Lerma y lo reemplazó Fernández de Lugo. Él retomó la obra de la conquista del interior con la expedición del capitán Gonzalo Jiménez de Quesada la cual salió de Santa Marta el 5 de abril de 1.536, llegó hasta Tamalameque, localidad en la que permaneció hasta el mes de Julio. En octubre se acercó a la Tora (Barrancabermeja). En diciembre tomó la Cordillera Oriental en busca de la sal que utilizaban los Yariguíes para sazonar sus alimentos y en agosto de 1.537 llegó a la sabana de Bogotá.
El capitán Antonio de Lebrija, natural de Alcántara, que acompañó la expedición de Quesada en calidad de tesorero del ejército fue uno de los muchos Antonios de Lebrija que, por aprecio a Don Elio Antonio, el políglota, se rebautizaron con su nombre. Por eso, en la población de Alcántara, no son conocidos ni su nombre ni las hazañas de este hombre que aparece en el ensayo sobre la antigua Cundinamarca y que obsequió el General Joaquín Acosta a la Biblioteca Nacional. Este personaje, según Mantilla Herrera (Libro Lebrija p. 33-34) no estuvo en América antes de 1.536, no anduvo con Alfinger en ninguna de sus dos expediciones y no estuvo en las tierras de Santander correspondientes al imperio Guane.
El primer apellido: Lebrija, de procedencia española, oficializado en América, es el de Ana Lebrija de Alfaro, hija de Bartolomé Lebrija, posible hijo de don Elio Antonio. Entró el 5 de mayo de 1.564 con licencia 5221 a Santo Domingo como funcionaria del gobierno español. El relato de toda la cronología de la conquista, en el Manual de Historia de Colombia del Instituto Colombiano de Cultura, permite asegurar que don Elio Antonio de Lebrija, en la época de don Gonzalo Jiménez de Quesada en América, ya no vivía; él nació en 1.441 en Lebrija y murió en Alcalá de Henares en 1.522.
Evolución del Municipio y Proyección
Desde la institucionalización del Llano de los Ángeles como municipio, Lebrija y todo ha tenido frecuentes altibajos en su crecimiento y desarrollo. Ha sido importante por sus productos agrícolas, por el comercio del tabaco, la quinina, el café, la caña de azúcar, la piña y los cítricos; por su producción maderera del Cedrito, Cuzamán, Sardinas, La Victoria, El Centenario, El Líbano, La Girona y Marta, la ganadería del Conchal, Vanegas, Chuspas y Provincia, Vega Rica, la Renta y Portugal; y por la producción porcina y avícola de la zona central del municipio. Fue muy importante en las décadas de los 30 y los 40 del pasado siglo por su avance cultural con la Escuela Normal de Varones, las escuelas urbanas, las granjas campesinas, la Escuela Hogar de Portugal para los Hijos de los Desterrados por el Mal de Hansen, y la biblioteca municipal.
El Tirabuzón le dio la vida en el siglo XIX y la vía carreteable de Bucaramanga al pueblo en los años 20 y 30 del pasado siglo. La oxigenó, pero la terminación de la carretera a Barrancabermeja y la construcción del ferrocarril a Puerto Wílchez le acortaron su respiración. El final del siglo XX y el comienzo del XXI la resucitaron y su desarrollo de ahora es más importante que el de los años dorados del pasado.
A pesar de que su suelo ha tenido escenarios de paz y de guerra, su gente se mantiene siempre feliz, optimista, altiva, proactiva y de brazos abiertos extendidos con amor al visitante. La demografía, en muchos años, desde cuando su territorio comprendía a Sabana de torres, ha oscilado entre 20 y 23 mil habitantes. Su población urbana ha crecido aceleradamente (8.854 habitantes) y la rural se conserva en más de 15.454. El nuevo censo nacional se encargará de confirmar su crecimiento poblacional. Sus campos son emporios de verduras, de frutales, de pastos, aves y ganado.
La Lebrija de hoy es pujante en su comercio. Ha tenido la transición del solar y de las casas coloniales, al modernismo urbano de las restauraciones. Apreciar la canalización de la quebrada de Las Raíces, su parque, sus calles principales amplias y con senderos peatonales, la arquitectura acorde con el crecimiento de su vida comercial y cultural, expresan que la evolución orientada por las administraciones de voto popular ha llegado y que sus gobiernos quieren ver y seguir viendo a su terruño transformado, culturizado y embellecido, sin que su fisonomía colonial desaparezca por completo.
El aeropuerto de Palonegro construido para la ciudad de Bucaramanga y la zona metropolitana, está en los predios de Lebrija. Ya, con orgullo, escuchamos a diario que las auxiliares de vuelo de las aerovías nacionales que ocupan su pista, no hablan del aeropuerto de Bucaramanga sino del Aeropuerto de Palonegro del Municipio de Lebrija. Con su presencia, en algo, se cubre el manto negro de los recuerdos nefastos de aquella batalla fraticida del 11 al 25 de mayo de 1.900 en la que murieron muchos, muchos combatientes colombianos.
La iglesia centenaria de San Pedro Apóstol, de arquitectura árabe, se levanta majestuosa con sus inmensas naves, su cúpula de dombo y sus torres blancas apuntando al infinito. Su templo es el monumento con el que se reconoce que Lebrija, desde Cantabria, es producto de la presencia de la Iglesia Católica en el inicio y evolución de nuestro pueblo, a la par con las gestiones de los diferentes gobernantes que la han hecho crecer.
Lebrija es nuevamente centro cultural en el departamento. Sus colegios oficiales del sector urbano y el de Portugal, los privados, y más de 50 escuelas rurales, garantizan que la juventud del municipio estará alfabetizada y culturizada. Para la formación técnica, agrícola y agropecuaria del oriente colombiano, se desarrolla el Proyecto Cuzamán que ya cumple un buen porcentaje en su ejecución.
Para fortalecer el sentido de pertenencia, el amor a nuestra tierra y el respeto a nuestras costumbres, la Alcaldía Municipal institucionalizó el himno, la bandera y el escudo de Lebrija, y definió el día 3 de octubre, como el día del ciudadano lebrijense.
Don Pablo Rueda Arciniegas, el día que recibió la condecoración con la Cruz de Palonegro, por haber escrito la letra del Himno a Santander y por sus múltiples obras escritas, dijo: “será perenne mi gratitud por haberme proporcionado esta dicha inconmensurable de estar de nuevo entre mi gente, de sentir una vez más el orgullo de llamarme hijo de Lebrija; de esta Lebrija gloriosa en su pasado, vigorosa en su presente y promisoria en su futuro”. Con sobrada razón siempre se ha dicho que Lebrija es tierra de promisión. Por ello, como don Pablo Rueda, seamos siempre gratos con nuestra tierra, valoremos nuestro suelo, su gente, sus tradiciones y sus costumbres.
Con el sentido de pertenencia por nuestra tierra y con el anhelo de crecer día a día, Lebrija está empeñada en tener para mostrar, a muchos Rueda Arciniegas, Rueda Rueda, Diettes Pérez, Herrera Luna, Ríos Salazar, Mantilla Herrera, Reyes Serrano, Cordero Reyes, Vásquez Arenas, Martínez Trillos, Antonias Cardoso, Serrano Stella, Prada, Lesmes, Jaimes, y muchos otros, que desde el pasado y en el presente, le han dado y están dando crédito y honor a la cultura de los lebrijenses.